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SOBRE LAS LENGUA VIPERINAS Y OTROS DEMONIOS

 

 

 

El último escrito de Roberto Pasada (D’Artagnan), el columnista preferido de los Colombianos, no debiera pasar como una más de sus interesantes editoriales. El artículo titulado “Y también desarmar las lenguas viperinas” cuestiona la salud del alma Colombiana y sugiere que la beligerancia verbal que se vive entre los políticos puede ser una indicación de la enfermedad. El tema que el admirado periodista trae a la mesa es talvez el mayor problema de nuestra sociedad: la falta de convicción intelectual – aceptar que toda la verdad no está contenida en un solo punto de vista. La extrema pobreza, la guerrilla, el desempleo, la corrupción, la parapolítica son resultantes de nuestro desempeño como sociedad. Realmente, la miseria es opcional. Basta darse una vueltecita por Suecia, Holanda, Dinamarca, Finlandia o Noruega, o el no tan lejano Canadá para observar como sociedades pueden vivir en paz y armonía, logrando bienestar general entre sus habitantes. El problema Colombiano radica en la falta de respeto a la humanidad, aquella que exigen los principios de convicción democrática. Respeto significa valorar las ideas de los demás por encima de las de uno mismo. ¿Piensan acaso los dirigentes Colombianos que la verdad está contenida en un solo punto de vista? Porque la verdad es que ni las FARC tienen la culpa de todo lo malo que sucede, ni el gobierno se equivoca al combatirlos. Porque el TLC no va a acabar con los empleos, pero tampoco va a resolver nuestros problemas. Porque debemos valorar el Transmilenio como excelente solución al trasporte masivo; pero no descartar un metro en el futuro de Bogotá. En últimas, nadie está totalmente equivocado y nadie tiene toda la razón. No estoy argumentando que el mundo es todo gris como el cielo de Londres, ni que no existen el bien y el mal, ni las buenas y malas políticas. Lo que sugiero es más dialogo y menos debate. El debate asume que solo una persona tiene la razón, mientras el diálogo asume que muchas personas tienen un pedazo de la respuesta. Es decir, la solución no la tiene nadie, está entre todos. Debatir es defender nuestras ideas contra la de los otros. Dialogar, en cambio, es admitir que el pensamiento de los demás puede enriquecer nuestras propias ideas. Un tono de hostilidad ha invadido nuestras esferas políticas. Esto es evidente en las acusaciones del ex-Presidente Pastrana hacia el Presidente Uribe, en las palabras de nuestro Ministro de Defensa estigmatizando al Presidente del Polo, y en las burlas de un Senador sobre las preferencias sexuales de su colega. Todos estos acontecimientos destacados en la última semana por nuestros mejores periodistas distraen al ciudadano común de los verdaderos problemas de nuestra sociedad. Lo dramático atrae más clientes y genera mayores utilidades económicas. Pero el éxito de un medio periodístico no debe ser medido solo por sus ganancias económicas. Su responsabilidad social debe ser revisada permanentemente porque, más que cualquier otra actividad, el periodismo afecta la imagen interna y externa de una sociedad. El reportaje con exactitud, el análisis con claridad y la interpretación inteligente de los eventos deben preferirse ante el cinismo y el sensacionalismo. La prensa tiene la responsabilidad de construir consenso, facilitar los acuerdos, y evitar vulnerar la ya debilitada fibra social. Con admirable humildad D’Artagnan dice: “Mea culpa por lo que me atañe”. Hace pocos días tuve la posibilidad de escuchar a los senadores John Kerry y John McCain en un programa de CNN exponiendo sus puntos de vista sobre la conveniencia de las tropas norteamericanas en Irak, el tema más controversial del momento en los Estados Unidos. La forma prudente y respetuosa como estos enemigos políticos tocaron el tema es demostración de civilidad y convicción intelectual. Si bien la política norteamericana no es siempre un ejemplo a imitar, estos dos dirigentes demostraron que se puede disentir sin ofender y descalificar. Una política de mayor consenso entre líderes sería lo más recomendable para una sociedad tan polarizada como la nuestra. Debemos concentrarnos en aquellas cosas que nos unen y no en aquellas que nos dividen. Debemos moderar el lenguaje, o como dice D’Artagnan, “desarmar las lenguas viperinas”. No hacerlo puede costarnos más que injustos desprestigios o verificables decepciones. Lo que está en juego es nada menos que el desarrollo mismo de nuestra sociedad. En la película “Ratatouille”, el Chef Gusteau le dice al ratón Remi que todos podemos cocinar, que nuestro único límite lo pone el alma. Para que Colombia pueda cocinar platos competitivos en este mundo globalizado D’Artagnan, un experto culinario, sugiere revisar nuestra alma, y agregaría yo - expiar sus impurezas. .

 

Twitter: @samuelazout

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